sábado, 13 de noviembre de 2010

Invertir en el amor


El hecho de que una persona está sola no significa que deba dejar de actuar a su fe en la vida sentimental. Es importante que el soltero ore por su vida sentimental, buscando en Dios a la persona correcta para ser feliz. Se puede empezar con una gran amistad. Pero es importante destacar que antes de la amistad es necesario tener una alianza y compromiso.

La alianza citada aquí no es aquella de oro que se pone en el dedo, sino de fidelidad. La amistad del cristiano debe ser sólida, con acciones positivas, sembrando buenas semillas cada día.

Una pregunta muy importante que cada persona tiene que hacer antes de empezar a salir con alguien es: ¿Qué nivel de alianza tiene con el pretendiente? La alianza es algo que no se rompe. En la Biblia hay muchos ejemplos de alianzas. Uno de ellos es el de Ruth con su suegra. Ruth no abandono a su suegra en el momento más difícil para las dos. Su suegra no tenía nada para ofrecerle. Esto es una alianza. Una alianza es siembra en todas las dificultades que se enfrentan.

Si en una sincera amistad entre un hombre y una mujer existe una alianza de amistad inquebrantable, donde uno es cómplice del otro en santidad y fidelidad, por supuesto, si algún día llegan a amarse, tendrán un matrimonio feliz.

Los solteros deben invertir en sí mismos, santificándose y preparándose para una futura relación. Los jóvenes que sueñan con la felicidad sentimental invierten en el futuro, llenándose del Espíritu Santo.

En esta etapa, cuando aun no se está enamorado, se debe sembrar el amor, la generosidad, el cultivar la capacidad de dar amor incondicional, incluso cuando el otro tenga errores. Sembrar el perdón es uno de los ejercicios más importantes. Los que invierten en aprender a amar jamás tendrán frustraciones que lo hagan caer en la vida sentimental.



Vale la pena leerlo hasta el final

Aquella noche, mientras mi esposa servía la cena, tomé su mano y le dije: “Tengo algo importante para decirte”. Ella se sentó y cenó sin decir una palabra. Pude ver sufrimiento en sus ojos.

De repente, yo también me quedé sin palabras. Sin embargo, yo tenía que decirle lo que estaba pensando. Quería el divorcio. Y abordé el asunto con calma.

Ella no parecía irritada por mis palabras y simplemente me preguntó en voz baja: “¿Por qué?”

Evité responderle, lo que la enojó mucho. Tiró lejos los cubiertos y gritó: “¡No eres hombre!”. Esa noche, no hablamos más. Pude escucharla llorando. Sabía que ella quería un motivo para el fin de nuestro matrimonio. Pero no tenía una respuesta satisfactoria para esa pregunta. Mi corazón no le pertenecía más a ella, y sí a Jane. Simplemente no la amaba más, estaba apenado por ella.

Sintiéndome muy culpable, esbocé un acuerdo de divorcio, dejándole la casa, nuestro auto y el 30% de las acciones de mi empresa.

Ella quitó el papel de mis manos y lo rompió violentamente. La mujer con la que viví durante los últimos 10 años se convirtió en una extraña. Me dolió ese desperdició de tiempo y energía, pero no volvería atrás con lo que había dicho, pues amaba a Jane profundamente. Finalmente, ella comenzó a llorar frente a mí, lo que era esperado. Me sentí liberado mientras ella lloraba. Mi obsesión por el divorcio en las últimas semanas finalmente se materializaba y el final estaba más cerca ahora.

Al día siguiente, llegué tarde a casa y la encontré sentada a la mesa, escribiendo. Yo no cené, fui directo a la cama y me dormí inmediatamente, pues estaba cansado después de haber pasado el día con Jane.

Cuando desperté en medio de la noche, ella todavía estaba sentada a la mesa, escribiendo. La ignoré y volví a dormir.

La mañana siguiente, ella me presentó sus condiciones: no quería nada de mí, pero me pedía un mes de plazo para darme el divorcio. Me pidió que durante los siguientes 30 días intentáramos vivir juntos de la forma más natural posible. Sus razones eran simples: nuestro hijo tendría exámenes al mes siguiente y necesitaba un ambiente propicio para prepararse bien, sin los problemas de tener que lidiar con la separación de sus padres.

Eso me pareció razonable, pero ella le agregó algo. Me recordó el momento en que la cargué hacia el interior de la casa el día en que nos casamos, y me pidió que durante los próximos 30 días la cargase hacia afuera todas las mañanas. Yo, entonces, percibí que estaba totalmente loca, pero acepté su propuesta para no hacer mis próximos días todavía más intolerables.

Le conté a Jane el pedido de mi esposa y ella se rió mucho y encontró muy absurda a la idea. “Ella piensa que poniendo condiciones va a cambiar algo; mejor que encare la situación y acepte el divorcio”, dijo Jane, en tono sobrador.

Mi esposa y yo no teníamos ningún contacto físico hacía mucho tiempo, entonces, cuando la cargué hacia fuera de la casa el primer día, fue algo totalmente extraño. Nuestro hijo nos aplaudió diciendo: “Papá está cargando a mamá en el cuello”. Sus palabras me apretaron el corazón. Del cuarto a la sala, de la sala a la puerta de entrada de casa, debo haber caminado unos 10 metros cargando a mi esposa en el cuello. Ella cerró los ojos y me dijo bajito: “no le digas a nuestro hijo sobre el divorcio”. Moví la cabeza, aunque no estaba de acuerdo y entonces la puse en el suelo apenas cruzamos la puerta de entrada de la casa. Ella fue a tomar el autobús hacia el trabajo y yo me fui a mi oficina.

El segundo día, fue más fácil para los dos. Ella se apoyó en mi pecho, yo sentí el aroma del perfume que ella usaba. Entonces me di cuenta de que hacía mucho tiempo que no le prestaba atención a esa mujer. Ciertamente había envejecido en estos últimos 10 años, había arrugas en su rostro, su cabello se estaba poniendo fino y grisáceo. Nuestro matrimonio la impactó mucho. Por unos segundos, llegué a pensar en lo que había hecho para que ella llegue a ese estado.

El cuarto día, cuando la levanté, sentí una intimidad mayor con su cuerpo. Esa mujer me había dedicado 10 años de su vida.

El quinto día, lo mismo. No le dije nada a Jane, pero cada día era más fácil cargarla de nuestro cuarto a la puerta de casa. “Tal vez mis músculos estén más firmes con el ejercicio”, pensé.

Cierta mañana, ella estaba intentando elegir un vestido. Se probó varios, pero no encontraba uno que sirviera. Con un suspiro, dijo: “Todos mis vestidos son grandes”. Entonces me di cuenta de que ella había adelgazado bastante, de ahí la facilidad en cargarla los últimos días.

La realidad cayó sobre mi con una punta de remordimiento. Ella carga tanto dolor y tristeza en su corazón… Instintivamente, estiré mi brazo y toqué sus cabellos.

Nuestro hijo entró en la habitación en ese momento y dijo: “Papá, es la hora de que cargues a mamá”. Para él, ver a su padre cargar a su madre todas las mañanas se convirtió en parte de la rutina de la casa. Mi esposa abrazó a nuestro hijo y lo tomó en sus brazos por algunos largos segundos. Tuve que alejarme, temiendo cambiar de idea ahora que estaba tan cerca de mi objetivo. Enseguida, la cargué en mis brazos, del cuarto a la sala, de la sala hacia la puerta de entrada de casa. Su mano descansaba en mi cuello. La apreté fuerte contra mi cuerpo. Recordé el día de nuestro casamiento.

Pero su cuerpo tan flaco me entristeció. El último día, cuando la tomé en mis brazos, por algún motivo no podía mover mis piernas. Nuestro hijo ya se había ido a la escuela y yo me vi pronunciando estas palabras: “No me di cuenta de cuánta intimidad perdemos con el tiempo”.

No pude ir hacia el trabajo. Fui hasta mi nueva dirección, salí del auto apurado, con miedo de cambiar de idea. Subí las escaleras y golpeé la puerta de la habitación. Jane abrió la puerta y le dije: “Disculpa, Jane. Ya no quiero divorciarme”.

Ella me miró sin creerlo y tocó mi cabeza: “¿Tienes fiebre?”. Saqué su mano de mi cabeza y repetí: “Disculpa, Jane. No voy a divorciarme. Mi matrimonio se hizo aburrido porque nosotros no supimos valorar los pequeños detalles de nuestra vida y no por falta de amor. Ahora percibí que desde el día en que cargué a mi esposa, el día de nuestro casamiento, a nuestra casa, debo aferrarme a ella hasta que la muerte nos separe”.

Jane se dio cuenta de que era en serio. Me dio un cachetazo, cerró la puerta en mi cara y pude oírla llorando compulsivamente. Volví al auto y me fui a trabajar.

En la florería, de regreso a casa, compré un buqué de flores para mi esposa. La vendedora me preguntó qué me gustaría escribir en la tarjeta. Sonreí y escribí: “Te cargaré en mis brazos todas las mañanas hasta que la muerte nos separe”.

Aquella noche, cuando llegué a casa, con un buqué de flores en la mano y una gran sonrisa en el rostro, fui directo a nuestro cuarto, donde encontré a mi esposa acostada en la cama, muerta.
Mi esposa tenía cáncer y venía tratándose hacía varios meses, pero yo estaba muy ocupado con Jane para percibir que algo andaba mal con ella. Ella sabía que moriría en poco tiempo y quiso proteger a nuestro hijo de los efectos del divorcio, y prolongó nuestra vida juntos, proporcionando a nuestro hijo la imagen de sus padres juntos todas las mañanas. Por lo menos a los ojos de mi hijo, soy un marido cariñoso.

Los pequeños detalles de nuestra vida son lo que realmente cuenta en una relación. No es la mansión, el auto, las propiedades, el dinero en el banco. Estos bienes crean un ambiente propicio para la felicidad, pero no proporcionan más que confort. Por lo tanto, encuentre tiempo para hacerse amigo de su esposa; hagan pequeñas cosas el uno para el otro para mantenerse próximos e íntimos. ¡Tengan un matrimonio real y feliz!

Si usted no comparte esto con nadie, no le va a suceder nada.

Pero si elige enviárselo a alguien, tal vez salve un matrimonio.
Muchos fracasado en la vida son personas que no se dieron cuenta de que estaban muy cerca del éxito y prefirieron desistir.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Sabado del Testimonio Sentimental


Invitamos todos que quieran dar un testimonio sentimental a venir en ese Sabado y luchar con el uso de la fe para lograr su propio Testimonio Sentimental.





Buscando un amor

Sin importar la edad o condición social, todo el mundo quiere encontrar el amor. Los hombres y las mujeres viven en esta búsqueda. Y en el mundo moderno, donde las relaciones no son más que furtivos encuentros, sin embargo, muchos viven en el afán de encontrar a alguien. ¿Pero por qué es tan difícil encontrar a la llamada alma gemela?

En una entrevista al Portal Arca Universal, el psicólogo Alexander Bez, experto en relaciones de la Universidad de Miami, EE.UU., y miembro de la Asociación Americana de Psicológica (APA), enfatiza que las personas son demasiado exigentes consigo mismas y con los demás.

¿Por qué es tan difícil encontrar a alguien que nos complemente en el amor?

Existe una cuestión de mayor dificultad por las exigencias, que puede tener su origen en no querer "comprometerse" o incluso en el miedo a sufrir (ambas de manera inconscientes). Entonces, la persona crea una serie de obstáculos insuperables. La dificultad puede estar ligada a la personalidad de las personas, que están más difíciles e insensibles. Estas personas sienten temor y creen que para ser felices necesitan de alguien que las complemente. De hecho, el ser humano necesita de alguien, pero esa complementación tiene que ser natural. El amor es un sentimiento fantástico y tiene que ser sentido con naturalidad y no con "obligación".

¿Sera que soñamos o idealizamos demasiado con un compañero y por esto no vemos la realidad que el príncipe encantado también tiene defectos?

Sí. Porque la fantasía también es un mecanismo de defensa. Y puede apartar a la persona de sus propósitos reales para otros. Mister Right (el señor perfecto, como dice en los Estados Unidos) no existe. Lo que existe es que todos tenemos defectos y tenemos que proceder de la mejor manera para controlarlos y convivir con ellos.

¿Cuál es su consejo para qué una relación que está comenzando pueda ser duradera?

La fase inicial de una relación no puede ser atribuida a la pasión. El secreto para que una relación sea duradera es la exploración de la relación con el fin de conocer a la persona en el día a día, con comprensión y diálogo. Sin embargo, esto sólo puede hacerse en la instancia del amor, que es única y duradera. La pasión, así como la relación sexual por sí sola, tiene límites y se debe ser apoyada en el diálogo profundo y conciliador, que son tan importantes en una relación de amor.

¿Existe un camino de dificultades para encontrar un amor?

La respuesta podría llenar un libro, pero el consejo más importante: conocer a la pareja así como conocerse a sí mismo y a sus sentimientos. No deje que la ansiedad lo domine y controle sus impulsos. Además, no sea tan exigente idealizando a alguien que sólo existe en los cuentos de hadas. El ser humano tiene defectos, sí, pero también tiene virtudes y son estas que deben ser destacadas sobre todo en una relación de amor. Y cuando miramos a través de los ojos de quien quiere ser feliz, es más fácil encontrar a alguien que también está buscando lo mismo que nosotros.