sábado, 28 de agosto de 2010

Vale la pena leerlo hasta el final

Aquella noche, mientras mi esposa servía la cena, tomé su mano y le dije: “Tengo algo importante para decirte”. Ella se sentó y cenó sin decir una palabra. Pude ver sufrimiento en sus ojos.

De repente, yo también me quedé sin palabras. Sin embargo, yo tenía que decirle lo que estaba pensando. Quería el divorcio. Y abordé el asunto con calma.

Ella no parecía irritada por mis palabras y simplemente me preguntó en voz baja: “¿Por qué?”

Evité responderle, lo que la enojó mucho. Tiró lejos los cubiertos y gritó: “¡No eres hombre!”. Esa noche, no hablamos más. Pude escucharla llorando. Sabía que ella quería un motivo para el fin de nuestro matrimonio. Pero no tenía una respuesta satisfactoria para esa pregunta. Mi corazón no le pertenecía más a ella, y sí a Jane. Simplemente no la amaba más, estaba apenado por ella.

Sintiéndome muy culpable, esbocé un acuerdo de divorcio, dejándole la casa, nuestro auto y el 30% de las acciones de mi empresa.

Ella quitó el papel de mis manos y lo rompió violentamente. La mujer con la que viví durante los últimos 10 años se convirtió en una extraña. Me dolió ese desperdició de tiempo y energía, pero no volvería atrás con lo que había dicho, pues amaba a Jane profundamente. Finalmente, ella comenzó a llorar frente a mí, lo que era esperado. Me sentí liberado mientras ella lloraba. Mi obsesión por el divorcio en las últimas semanas finalmente se materializaba y el final estaba más cerca ahora.

Al día siguiente, llegué tarde a casa y la encontré sentada a la mesa, escribiendo. Yo no cené, fui directo a la cama y me dormí inmediatamente, pues estaba cansado después de haber pasado el día con Jane.

Cuando desperté en medio de la noche, ella todavía estaba sentada a la mesa, escribiendo. La ignoré y volví a dormir.

La mañana siguiente, ella me presentó sus condiciones: no quería nada de mí, pero me pedía un mes de plazo para darme el divorcio. Me pidió que durante los siguientes 30 días intentáramos vivir juntos de la forma más natural posible. Sus razones eran simples: nuestro hijo tendría exámenes al mes siguiente y necesitaba un ambiente propicio para prepararse bien, sin los problemas de tener que lidiar con la separación de sus padres.

Eso me pareció razonable, pero ella le agregó algo. Me recordó el momento en que la cargué hacia el interior de la casa el día en que nos casamos, y me pidió que durante los próximos 30 días la cargase hacia afuera todas las mañanas. Yo, entonces, percibí que estaba totalmente loca, pero acepté su propuesta para no hacer mis próximos días todavía más intolerables.

Le conté a Jane el pedido de mi esposa y ella se rió mucho y encontró muy absurda a la idea. “Ella piensa que poniendo condiciones va a cambiar algo; mejor que encare la situación y acepte el divorcio”, dijo Jane, en tono sobrador.

Mi esposa y yo no teníamos ningún contacto físico hacía mucho tiempo, entonces, cuando la cargué hacia fuera de la casa el primer día, fue algo totalmente extraño. Nuestro hijo nos aplaudió diciendo: “Papá está cargando a mamá en el cuello”. Sus palabras me apretaron el corazón. Del cuarto a la sala, de la sala a la puerta de entrada de casa, debo haber caminado unos 10 metros cargando a mi esposa en el cuello. Ella cerró los ojos y me dijo bajito: “no le digas a nuestro hijo sobre el divorcio”. Moví la cabeza, aunque no estaba de acuerdo y entonces la puse en el suelo apenas cruzamos la puerta de entrada de la casa. Ella fue a tomar el autobús hacia el trabajo y yo me fui a mi oficina.

El segundo día, fue más fácil para los dos. Ella se apoyó en mi pecho, yo sentí el aroma del perfume que ella usaba. Entonces me di cuenta de que hacía mucho tiempo que no le prestaba atención a esa mujer. Ciertamente había envejecido en estos últimos 10 años, había arrugas en su rostro, su cabello se estaba poniendo fino y grisáceo. Nuestro matrimonio la impactó mucho. Por unos segundos, llegué a pensar en lo que había hecho para que ella llegue a ese estado.

El cuarto día, cuando la levanté, sentí una intimidad mayor con su cuerpo. Esa mujer me había dedicado 10 años de su vida.

El quinto día, lo mismo. No le dije nada a Jane, pero cada día era más fácil cargarla de nuestro cuarto a la puerta de casa. “Tal vez mis músculos estén más firmes con el ejercicio”, pensé.

Cierta mañana, ella estaba intentando elegir un vestido. Se probó varios, pero no encontraba uno que sirviera. Con un suspiro, dijo: “Todos mis vestidos son grandes”. Entonces me di cuenta de que ella había adelgazado bastante, de ahí la facilidad en cargarla los últimos días.

La realidad cayó sobre mi con una punta de remordimiento. Ella carga tanto dolor y tristeza en su corazón… Instintivamente, estiré mi brazo y toqué sus cabellos.

Nuestro hijo entró en la habitación en ese momento y dijo: “Papá, es la hora de que cargues a mamá”. Para él, ver a su padre cargar a su madre todas las mañanas se convirtió en parte de la rutina de la casa. Mi esposa abrazó a nuestro hijo y lo tomó en sus brazos por algunos largos segundos. Tuve que alejarme, temiendo cambiar de idea ahora que estaba tan cerca de mi objetivo. Enseguida, la cargué en mis brazos, del cuarto a la sala, de la sala hacia la puerta de entrada de casa. Su mano descansaba en mi cuello. La apreté fuerte contra mi cuerpo. Recordé el día de nuestro casamiento.

Pero su cuerpo tan flaco me entristeció. El último día, cuando la tomé en mis brazos, por algún motivo no podía mover mis piernas. Nuestro hijo ya se había ido a la escuela y yo me vi pronunciando estas palabras: “No me di cuenta de cuánta intimidad perdemos con el tiempo”.

No pude ir hacia el trabajo. Fui hasta mi nueva dirección, salí del auto apurado, con miedo de cambiar de idea. Subí las escaleras y golpeé la puerta de la habitación. Jane abrió la puerta y le dije: “Disculpa, Jane. Ya no quiero divorciarme”.

Ella me miró sin creerlo y tocó mi cabeza: “¿Tienes fiebre?”. Saqué su mano de mi cabeza y repetí: “Disculpa, Jane. No voy a divorciarme. Mi matrimonio se hizo aburrido porque nosotros no supimos valorar los pequeños detalles de nuestra vida y no por falta de amor. Ahora percibí que desde el día en que cargué a mi esposa, el día de nuestro casamiento, a nuestra casa, debo aferrarme a ella hasta que la muerte nos separe”.

Jane se dio cuenta de que era en serio. Me dio un cachetazo, cerró la puerta en mi cara y pude oírla llorando compulsivamente. Volví al auto y me fui a trabajar.

En la florería, de regreso a casa, compré un buqué de flores para mi esposa. La vendedora me preguntó qué me gustaría escribir en la tarjeta. Sonreí y escribí: “Te cargaré en mis brazos todas las mañanas hasta que la muerte nos separe”.

Aquella noche, cuando llegué a casa, con un buqué de flores en la mano y una gran sonrisa en el rostro, fui directo a nuestro cuarto, donde encontré a mi esposa acostada en la cama, muerta.
Mi esposa tenía cáncer y venía tratándose hacía varios meses, pero yo estaba muy ocupado con Jane para percibir que algo andaba mal con ella. Ella sabía que moriría en poco tiempo y quiso proteger a nuestro hijo de los efectos del divorcio, y prolongó nuestra vida juntos, proporcionando a nuestro hijo la imagen de sus padres juntos todas las mañanas. Por lo menos a los ojos de mi hijo, soy un marido cariñoso.

Los pequeños detalles de nuestra vida son lo que realmente cuenta en una relación. No es la mansión, el auto, las propiedades, el dinero en el banco. Estos bienes crean un ambiente propicio para la felicidad, pero no proporcionan más que confort. Por lo tanto, encuentre tiempo para hacerse amigo de su esposa; hagan pequeñas cosas el uno para el otro para mantenerse próximos e íntimos. ¡Tengan un matrimonio real y feliz!

Si usted no comparte esto con nadie, no le va a suceder nada.

Pero si elige enviárselo a alguien, tal vez salve un matrimonio.
Muchos fracasado en la vida son personas que no se dieron cuenta de que estaban muy cerca del éxito y prefirieron desistir.

6 comentarios:

  1. Realmente es importante, siempre tener esa comunión con nuestros seres queridos. Muchas veces cometemos el error también de enfriar el amor por Dios...nos preocupamos de cosas muy insignifantes, pero perdemos el contacto con Dios...el matrimonio que tuvimos con Dios se trasforma en Divorsio, porque estamos pendientes de otras cosas y no de su voz y no de su voluntad, que es importante saber dedicar el tiempo a nuestros seres queridos y porsupuesto a Dios...que Dios los bendiga a todos los que leen este testimonio

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  2. La verdad que muy hermoso!!... me dejó sin palabras...

    No pensé que sería tan fuerte, y la verdad que ahora estoy secándome las lágrimas, porque me hizo llorar...Deja una importantísima enseñanza

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  3. si que vale la pena leerlo hasta el final... aunque deje una gran tristeza, pero enseña el valor y la importancia en las cosas las cuales no vemos

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  4. DICEN QUE EL AMOR DE UNA MADRE ES COMO EL AMOR DEL SR JESUS, NUNCA QUIERE QUE SUS HIJOS SUFRAN Y LA PRIORIDAD ES POR ELLOS TANTO ASI QUE DIO SU VIDA POR NOSOTROS.ES UN MENSAJE MUY LINDO OJALA SIRVA DE EJEMPLO PARA LOS QUE NO VALORAMOS LO QUE TENEMOS HASTA QUE NO LO PERDEMOS.

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  5. que bonito mensaje.espero que todas las personas casadas tomen conciencia de lo que realmente importa en el matrimonio y sobre todo cuando dios nos enseña en su palabra que es hasta que la muerte los separe,con la persona que han elegido y no fijarse en terceras personas.

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  6. Es muy fuerte ésta palabra, la verdad yo soy soltera, pero te enseña cosas que a los ojos humanos no tienen sentido o simplemente no les importan, pero te das cuenta que te muestra que uno nunca debe perder el tiempo, apesar de todas las ocupaciones que uno pueda tener, siempre tiene que haber un equilibrio en todo lo que hacemos e incluir a la persona con la que estamos o estaremos. Gracias a Dios por éste mensaje y que Dios bendiga al titular. Atte. Una sierva de la iurd.

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